domingo, 24 de abril de 2016

Orden Ricinulei



La historia de su conocimiento ha estado rodeada también de circunstancias particulares, empezando por el hecho de que, antes de identificarlos como seres vivientes actuales, se conocieron como fósiles del Carbonífero. Todavía a principios del siglo pasado nadie tenía idea de su existencia. Fue en 1836 cuando Buckland encontró el fósil de un raro ejemplar, al que denominó Curculioides ansticii, por creer que se trataba de un coleóptero curculiónido. Dos años después, Guérin-Meneville, basándose en dos especímenes capturados en Guinea, describió a la primera especie viviente de estos animales. Aunque los identificó como arácnidos, no reconoció que pertenecían a una entidad taxonómica hasta ese momento desconocida; pensó que se trataba de un opilión. Realmente, es a Hansen y Sorensen (1904) a los que se debe el establecimiento del orden Ricinulei.
Una de las estructuras más notables, es el llamado cucullus,que es como una pequeña tapa articulada al margen anterior del prosoma, que cuelga hacia abajo cubriendo completamente las paredes bucales, pero que también puede elevarse a voluntad del animal, adquiriendo una posición horizontal. En su superficie ventral presenta dos depresiones, en las cuales embonan perfectamente los quelíceros cuando dicha tapa se cierra. 
Figura 33. Aspecto general de un ricinúlido. 

Como en todos los arácnidos, el cuerpo está formado por el prosoma y el opistosoma que, aparentemente, se encuentran unidos en todo su ancho, pero, en realidad, están conectados por un pedicelo corto, que permanece oculto bajo las coxas del último par de patas. Sobre un surco de estas últimas se encuentran también los estigmas respiratorios. Toda la parte dorsal del prosoma se encuentra protegida por un carapacho y la región ventral queda cubierta por las coxas de todas las patas. 
Parece ser que los ricinúlidos ponen pocos huevos. Ocasionalmente se ha observado a una hembra cargando uno de sus huevos; éstos son muy grandes, en proporción al tamaño de la madre. Su ciclo de vida consta de seis estadios. Del huevo nace una larva con sólo tres pares de patas (hexápoda), igual que los ácaros; son los únicos arácnidos que presentan este estado. Llegado el momento, dicha larva se transforma en ninfa, que ya tendrá los cuatro pares de patas (octópoda). El estado de ninfa pasa por tres diferentes estadios: protoninfa, deutoninfa y tritoninfa, dando esta última lugar al adulto. Estas tres etapas ninfales, así como el proceso de la metamorfosis que aquí se observa, se presenta también en los ácaros.
La mayor parte de los ricinúlidos vive en cuevas, aunque hay algunas especies que se han adaptado a vivir entre la hojarasca de los bosques tropicales. Son animales muy sensibles a la luz, a las corrientes de aire y a la desecación. Cuando el medio en que viven se seca, suelen enterrarse para buscar más humedad. Se les ha encontrado en las regiones tropicales y subtropicales del oeste de África y de América.
Se alimentan de otros pequeños artrópodos o de los estados juveniles de éstos, como larvas de insectos y ninfas de otros arácnidos, principalmente arañas; tampoco desaprovechan los huevos de todos estos animales. En las cuevas suelen comerse a las pupas de dípteros de la familia Streblidae, abundantes en las paredes de las cavernas. Estos dípteros, que se ven como mosquitas pequeñas, viven en estado adulto como parásitos exclusivos de los murciélagos.

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